A Claudia Barahona, las clases en línea del inglés como segunda lengua durante la pandemia, le cayeron del cielo.
“Puedo estudiar y al mismo tiempo atender a mis dos hijas de 12 y 2 años y no descuidar mi casa”, dice.
Aunque reconoce que al principio fue difícil porque no estaba acostumbrada a la tecnología, el apoyo por teléfono que le brindó el colegio comunitario a través de tutores, la ayudó a resolver sus inquietudes. “Han sido muy pacientes con nosotros. Y definitivamente he aprendido con las clases online. A diferencia de las clases presenciales, no tengo tantas distracciones”.
A partir de que irrumpió la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, las restricciones impuestas por las autoridades de salud para detener la propagación del virus, obligaron a que los colegios comunitarios de Los Ángeles, pusieran en marcha las clases virtuales.
Paloma Tlaxca, maestra de inglés como segunda lengua del Distrito de Colegios Comunitarios de Los Ángeles, dice que la educación online fue un desafío tanto para los estudiantes como para los maestros.
“Yo misma no era tan buena con la tecnología. No sabía cómo funcionaba el zoom, ni que el micrófono era tan sensible y hasta gritaba porque pensaba que los estudiantes no me estaban escuchado”, dice.
El siguiente reto fue atraer estudiantes. “Recluté a más de 150 personas para que tomaran sus clases online. En un inicio, los estudiantes se negaban porque desconocían cómo usar la tecnología. No sabían cómo ponerle el audio, prender la cámara o mandar la tarea”.
La mayoría de sus estudiantes son hispanos trabajadores de entre 30 a 80 años.
“Un año después de que comenzamos, admiro la perseverancia que han tenido los alumnos para conectarse a las clases todos los días. Y a través de los meses, nos dimos cuenta que tomar clases desde la comodidad del hogar, es una gran oportunidad para los adultos que quieren aprender inglés”.
La maestra Tlaxca considera que las clases online ofrecen muchos beneficios a los estudiantes latinos que tienen dos o tres empleos.
“Muchas veces en las clases presenciales llegaban durmiéndose o muy cansados porque venían directamente de su trabajo. A veces, se tenía que salir antes para que no se les fuera el autobús”.
En cambio, observa que la enseñanza virtual les da la oportunidad de comer a la vez que están conectados, o ver la clase múltiples veces más tarde cuando tienen tiempo, porque se les envía ya grabada. “Antes si te perdías la clase presencial, no había manera de recuperarla”.
También, dice que para las madres solteras que no tienen con quien dejar a sus niños, la educación virtual es de gran ayuda.
“El distrito ha ayudado a los estudiantes con la entrega de tabletas gratuitas, pero antes de eso, hay quienes tomaban las clases a través de su celular”.
La maestra Tlaxca considera que la educación digital ha llegado para quedarse. “En especial, es excelente para los hispanos que trabajan. Tenemos personas que tienen 20, 30 años en Estados Unidos y no han podido aprender inglés no porque no hayan querido sino porque el tiempo no les da para asistir a una escuela cuando tienen dos o tres empleos, o porque no tienen transporte o quien les cuide a los niños”.
Y desde el punto de vista académico, hizo ver que cuentan con testimonios de que se puede avanzar y conseguir metas.
“Es una gran satisfacción ver cómo hemos avanzado y adaptado en cuanto a la educación en esta pandemia. El Distrito se puso a trabajar a marchas agigantadas y nos pusieron en cursos para prepararnos. Tuve que sacar dos certificaciones que pidió el distrito. No fue fácil, pero eso me permitió darles calidad a mis estudiantes para diseñar una clase online en la que no se aburra y mantengan su atención”.
Al final, afirma que se dieron cuenta que se puede aprender en línea y no hay que temerle a la tecnología. “Como maestra, me redescubrí en el diseño de clases virtuales; y hemos creado una gran familia a través de la tristeza de estar confinados y en aislamiento. Tuve estudiantes a quienes les dio Covid-19 y se mandaban oraciones entre ellos”.
María Eva Guillermo, madre de tres hijas y quien se gana la vida como costurera, dice que tomar clases de inglés fue difícil al inicio porque no sabía de tecnología. “Los tutoriales del colegio me han ayudado mucho y sigo aprendiendo”.
Y confía que a veces toma las clases en el teléfono, en la tableta o cuando sus hijos le dan oportunidad, se sienta en la computadora de la casa.
“Para mi son más prácticas las clases en línea porque a veces trabajo más de 8 horas; y cuando regreso a la casa, puedo comer al mismo tiempo que me conecto a la clase. Antes cuando eran presenciales, en ocasiones llegaba tarde”.
Pero ahora no desaprovecha oportunidad para estudiar, y hasta cuando toma el transporte público, se pone a oír su clase en su teléfono.
“Cuando una asiste a la escuela, tiene al maestro enfrente y le puede preguntar sus dudas, pero en línea también lo podemos hacer”.
De 50 años de edad, María Eva está contenta porque hace poco fue a unas oficinas de gobierno y como no había nadie que hablara español, se tuvo que comunicar en inglés. “Me pude dar a entender sin problema. Eso es una señal de que las clases online sí funcionan”, dice.
Además dice que tiene mucho apoyo de sus hijos y esposo quienes la motivan mucho para que aprenda inglés.
José Filiberto Lobos de 57 años de edad, observa que los dos sistemas de enseñanza, el virtual y el presencial tienen ventajas y desventajas. “En las clases virtuales, el sistema a veces se ponía rebelde y nos sacaba; o no nos dejaba mandar las tareas. Tuvimos que familiarizarnos con el sistema”.
Pero a pesar de los tropiezos tecnológicos que tuvo al principio, dice que si tuviera que escoger, se quedaría con las clases en línea. “Ya me adapté y también permiten la participación de los alumnos”.
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