Oh la la, bienvenue tout le monde dans la nouvelle Union Européenne. Con este mensaje planean recibirnos los franceses al resto de europeos en algunas instituciones gubernamentales en cuestión de meses. Desde que Reino Unido votó en 2016 su no a seguir entre los 28, la nación de Voltaire busca impugnar la hegemonía y el uso generalizado del inglés. Pese a las repetidas negativas del resto de socios, el gabinete de Macron está listo para la ofensiva.
En français, s'il vous plaît. Entre enero y junio de 2022 será el turno de los franceses de presidir la Presidencia del Consejo de la Unión Europea (que no la presidencia de la UE). Fuentes de Politico aseguran que sus diplomáticos condicionarán sus reuniones a que se lleven a cabo de principio a fin en francés (con traducciones disponibles), con todo el papeleo de forma preferente en este idioma, y que de llegar algún documento únicamente en inglés, devolverán la misiva a su remitente con un “le français est nécessaire” como respuesta. Sus funcionarios ya venían hablando en su idioma en estas y otras muchas reuniones de la UE, por ejemplo en las del Coreper, pero ahora será una política más sistemática y expandida. Ojo, el inglés seguirá siendo la lengua oficial de la UE para 2021, tal y como ratificó la Comisión Europea nuevamente en diciembre de 2020. Lo de Francia se queda, de momento, en una apuesta por ampliar su ámbito de influencia.
Subvencionar el estudio. En paralelo, el país vecino está dedicando "medios presupuestarios y educativos extraordinarios" para aumentar el número de funcionarios de la UE que aprenden la lengua francesa, sobre todo a través de la “Alliance Française Bruxelles-Europe”, la principal escuela de francés en Bruselas. También, dicen, se desplegará una mayor supervisión de la presencia del idioma en las instituciones europeas y a nivel nacional por parte de los miembros de la UE. Todo ello se suma a otros proyectos de la francophonie previos y recientes. Como curiosidad, el Instituto Francés de Valencia, adscrito al ministerio de Exteriores, cerrará y despedirá a sus trabajadores tras 133 años de historia.
El declive. El francés sigue siendo, naturalmente, una de las tres lenguas vehiculares de la Unión y el idioma de deliberación del Tribunal de Justicia de la Unión Europea; también, técnicamente, uno de los dos idiomas hablados del Consejo. Pero es el Consejo junto con la Comisión, así como otros órganos de decisión y las administraciones, donde el francés ha ido perdiendo peso, especialmente desde la llegada de los países de Europa del Este. Como ya vimos, en 2015 la Comisión tradujo unas 1.600.000 páginas al inglés por 72.000 páginas al francés. Para 2020, ya con Reino Unido fuera, en torno al 90% de las legislaciones europeas empiezan a redactarse en inglés. Esto está llevando a dos corrientes contrapuestas: una que busca la adopción del inglés como lengua franca y definitiva que ahorre además costes de duplicidades y traducciones y otra que apueste por una promoción real del multilingüismo, para la que Francia está ejerciendo un lobbismo como el recién compuesto “Grupo de trabajo sobre el mundo francófono y el multilingüismo”.
El Globish, neologismo que describe el inglés que se maneja en el panorama institucional y empresarial internacional, una versión simplificada y llena de neologismos con, dicen, unas 1.500 palabras en total para que personas de todos los rincones se entiendan para dirimir las cuestiones que nos gobierna. Los franceses (y no sólo ellos) argumentan que esta lengua limitada empobrece las interacciones, reduce el nivel de los pensamientos de los interlocutores y con ello se restringen las opciones del debate. Que dos representantes que chapurreen un mal inglés podrían estar perjudicando, con su falta de una lengua nativa común, a la misma resolución satisfactoria de conflictos. Algo que La France considera que se soluciona no con un mejor inglés, o con un euroinglés de nuevo cuño, como proponen algunos lingüistas con una visión práctica de la realidad, sino con un mejor y estandarizado francés, bien sûr.
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