En la tarde de ayer, las risas se congelaron en un bar del centro de Madrid en el que entraron un inglés, un francés y un español. «En esto que va el inglés y dice: ‘En mi país hemos cruzado un cerdo con un ciempiés y hemos conseguido un animal que da 50 jamones y 50 paletillas’. Y el francés dice: ‘Eso no es nada. En Francia hemos cruzado una vaca con un dromedario y un elefante y hemos conseguido un animal que da 600 litros de leche diarios’. Y entonces, cuando el español iba a responder, apareció una patrulla y lo multó con 600 euros por saltarse el toque de queda», explica un humorista que fue testigo de los hechos.
«Luego, uno de los agentes empezó a echar a todo el mundo del local y uno de los comensales le preguntó: ‘Oiga, señor agente, ¿nos desaloja por las limitaciones de aforo?’. Y respondió el agente: ‘Qué va, es que me quiero tomar un café solo'», añade el mismo humorista, quien lamenta que la permisividad con los turistas en España esté perjudicando la calidad de los chistes tradicionales. «Casi es preferible que no pueda entrar nadie en el bar, porque si el español no puede participar, que me digan a mí dónde está la gracia», argumenta.
Explican los profesionales del humor que en estos momentos, cuando un niño dice «papá, papá, llévame al circo», la respuesta es «antes, el que quisiera verte podía venir a casa, pero ahora solo puede si es conviviente». Según ellos, «la situación ya no provoca risas».
Por si esto fuera poco, las clases online han reducido un 40% los nuevos chistes de Jaimito y la bajada del nivel educativo en España ha provocado que dos de cada tres españoles ya no sepan aquel que diu.
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