Por su perfil, seguramente, podía haberse emboscado en cualquiera de los argumentos literarios de Conan Doyle o, incluso, de Chesterton. Pero permítame el lector que utilice la conjunción ‘aunque’ para señalar que Felipe de Grecia Battenberg (Mountbatten), duque de Edimburgo, fallecido este viernes a los 99 años, ha protagonizado una trayectoria vital ‘matizada’ precisamente por los ‘aunques’.
Entre otros, estos: ha sido el perfecto ‘caballero inglés’, aunque nacido en Grecia; con fama de dicharachero y vividor, aunque con una infancia y una juventud muy difíciles; con un destacadísimo papel institucional en Gran Bretaña, aunque ‘inmigrante’; con tendencia a la ironía envuelta en humor inglés, aunque vehemente en la defensa de sus criterios; un gran ‘consorte’, aunque harto de ser nadie; con oficio, aunque protagonista de sonoras equivocaciones; fiel a su papel de esposo ‘consorte’, aunque con fama de llamativas escaramuzas…
Felipe de Grecia y Dinamarca Battenberg nació príncipe el 10 de junio de 1921 en el palacete de Mon Repos, la residencia de verano de la familia real de Grecia, ubicado en la isla de Corfú (Islas Jónicas). Fue el quinto hijo (el primero varón) de Andrés -o Andrea- de Grecia (tío abuelo de la reina Sofía de España) y de Alicia de Battenberg, hija de Victoria de Hesse Darmstadt, nacida en el castillo de Windsor.
Una familia condenada al destierro
En los años veinte reinaba en Grecia Constantino I, tío carnal de Felipe de Grecia Battenberg (más tarde duque de Edimburgo). El monarca, que ya conocía lo que era el exilio, tuvo que salir del país de nuevo en septiembre de 1922, acosado por los malos resultados de la campaña militar contra Turquía. En este ambiente inició su reinado Jorge II (1922), hijo mayor de Constantino I. La monarquía, extremadamente débil, no pudo evitar que el Gobierno detuviera y ejecutase a los que consideró principales responsables del desastre bélico.
También fue detenido y condenado a muerte su tío Andrea, padre del príncipe Felipe. Pero finalmente no fue ejecutado. Él, junto con su esposa Alicia y sus cinco hijos, fueron condenados al destierro en diciembre de 1922.
Pronto comenzó su largo peregrinaje
Así comenzó el largo y complejo ‘peregrinaje’ de Felipe de Grecia Battenberg, que marcaría su niñez y su juventud. Un ‘peregrinaje’ agravado por el temprano alejamiento de su madre, debido a los problemas de salud que sufría ella; y de su padre, que se asentó en Montecarlo, ya hasta su muerte en 1944. Alicia de Battenberg padeció sordera desde su nacimiento, si bien recibió una formación muy especial e intensa, que le permitió —por ejemplo— dominar cuatro idiomas desde muy joven.
Con los años sufrió un proceso de trastorno psíquico grave, por lo que tuvo que ser internada en 1930. Y ya no volvería a convivir con su marido, Andrea. Alicia había descubierto su vocación como religiosa ortodoxa y a ello se dedicó desde finales de los años 30. Vivió muchos años en Grecia, pero en 1967 (debido al exilio de su sobrino Constantino II) se trasladó a Londres. Falleció en el palacio de Buckingham dos años más tarde.
Alejado de su familia
Felipe de Grecia Battenberg vivió con sus padres, en París, hasta 1928. A los siete años fue enviado a Londres, con su abuela y su tío Jorge Mountbatten; y en 1933, a la escuela de su tío Bertoldo de Baden en Alemania (Schule Schloss Salem). El fundador de este centro tuvo que salir del país, por su condición de judío; y puso en marcha el Gordonstoun School en Escocia, donde estudió Felipe de Grecia hasta 1939, año en el que ingresó en la Royal Navy.
Su tío Jorge Mountbatten, que actuaba como tutor, falleció en 1938, por lo que fue acogido por su otro tío, Lord Luis Mountbatten. Las vinculaciones históricas de la familia real griega con Alemania, que ya habían provocado algunas tensiones con la aristocracia y el Gobierno británicos, volvieron a recrudecerse a medida que aumentaba la amenaza nazi.
Obtuvo la ciudadanía británica
Felipe de Grecia contaba con una amplia representación alemana en su familia. Por ejemplo, sus cuatro hermanas se habían casado con príncipes alemanes. Una de ellas, Cecilia, había fallecido en 1937, en un trágico accidente aéreo, junto a su marido y dos de sus tres hijos.
Lejos de su familia más directa, ilusionado con su posible carrera militar en la Marina Real británica y habiendo conocido ya a la jovencita Lilibet, cambia definitivamente de identidad. Aconsejado por su tío y tutor, inicia su carrera militar con el nombre de Felipe Mountbatten. Por eso renuncia a todos sus derechos dinásticos como miembro de la familia real de Grecia. Y por eso adquiere la ciudadanía británica, a la que tenía derecho porque su madre era ciudadana británica.
Mantuvo muy buenas relaciones con sus primos, especialmente con los de su edad, como Miguel de Rumanía, hijo de Elena de Grecia, y Alejandra de Grecia, hija del rey Alejandro I y de Aspasia Manos. Y también con el que fuera rey Pablo I de Grecia, primo carnal suyo y 20 años mayor que él, que le visitaba en Londres periódicamente.
Frecuentes visitas a Grecia
Felipe de Grecia no regresó a su país natal hasta noviembre de 1936, con motivo de los funerales de Estado celebrados en honor de sus abuelos Constantino I y Sofía de Prusia, y de su bisabuela Olga Constantinova, esposa de Jorge I de Grecia, cuyos cuerpos fueron repatriados para recibir su definitiva sepultura en Tatoi, la residencia de los reyes griegos.
Y aunque su madre le pidió en algún momento que se afincase en Atenas, Felipe Mountbatten ya había optado por Londres. Sí viajaría después de 1936 en distintas ocasiones a Grecia, porque solía asistir a las celebraciones y acontecimientos familiares. Por ejemplo, en 1938 acudió a la boda los príncipes Pablo y Federica, más tarde reyes de Grecia, padres de la reina Sofía y abuelos del rey Felipe VI de España.
Con frecuencia ha dado a entender que veía con cariño su país natal. Y no era ajeno a sus éxitos, a sus dificultades y a sus crisis institucionales, aunque (de nuevo otro aunque) nunca sintió nostalgia. Su abuelo, Jorge I, había sido asesinado, su tío Constantino sufrió dos veces el exilio, su propio padre fue condenado al destierro…
Primo tercero de la pequeña Lilibet
Fue durante su estancia en la Royal Navy (Dartmouth), en 1939, cuando conoció a la jovencita Lilibet, la hija mayor del rey Jorge VI. Ella tenía 13 años cuando acudió a la academia con su padre. Aunque, claro, ya habían coincidido antes en otros lugares, lógicamente, porque participaban en muchos acontecimientos familiares comunes. En todo caso, el hecho es que mientras el monarca efectuaba su visita a Dartmouth (interesándose por el alcance de un brote de sarampión), Lilibet y su hermana Margarita jugaban con su primo Felipe, un apuesto cadete de 18 años, alto y rubio, con quien se divirtieron muchísimo.
Se suele asegurar que fue a partir de ese momento cuando la jovencita Lilibet se enamoró de quien sería en años después su marido… Sea como fuere, lo cierto es que el apuesto cadete, su primo tercero Felipe de Grecia, visitaba de vez en cuando el palacio de Windsor con su tío. Tuvo la oportunidad de verse en más de una ocasión con la heredera. Y durante sus destinos militares, ya en plena guerra, ambos se carteaban con frecuencia.
Los pilares de un larguísimo reinado
La familia Mountbatten confiaba en que esa relación prosperase y así sucedió. En febrero de 1947, Felipe de Grecia formalizó su situación como Felipe Mountbatten, ciudadano británico. Y el 9 de julio se anunció el compromiso de boda, que se fijó para el 20 de noviembre siguiente (74 años de matrimonio se cumplirían en noviembre de 2021). A partir de ahí, todo sucedió con una extraordinaria rapidez. Su esposa, Isabel, asumió muy pronto un gran protagonismo público, al hacerse cargo de buena parte de la agenda de la Corona, debido a las dificultades físicas de su padre, Jorge VI.
El 6 de febrero de 1952, a las pocas horas de llegar a Nyeri (Kenia) y después de haber visitado Australia y Nueva Zelanda, la princesa Isabel y su marido recibieron la noticia de la muerte de Jorge VI. Ese fue el comienzo del reinado que ha roto todos los registros de permanencia en el Reino Unido, uno de los más largos de todas las monarquías del mundo y que este viernes ha perdido a una de sus dos mitades.
Fermín J. Urbiola
Periodista y escritor www.ferminjurbiola.com o en Facebook o en Twitter
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