Las respuestas de Robert Lynch Sánchez (Cartagena, 23 años) no constatan a un novato al que le pueda pesar su primera llamada para la sección absoluta pese a contar con un bagaje de solo 18 partidos defendiendo la portería del Brighton & Hove Albion de la Premier League. Tampoco parece afectarle ser un desconocido para la gran mayoría de los aficionados españoles. “Me he preparado para esto toda la vida, para aprovechar las oportunidades que, igual que vienen, se van”, advierte con una seguridad supina. Su aterrizaje en la élite, tan sorprendente como espectacular desde que debutara en noviembre ante el Tottenham, desató durante semanas una carrera entre la federación española e inglesa (el meta tiene la nacionalidad británica por residencia) para reclutarle. Con siete porterías a cero y soberbias actuaciones ante el Manchester City y el Arsenal, su teléfono fue un hervidero de felicitaciones y también de propuestas para captarle. El empate ante Grecia (1-1) y el apurado triunfo ante Georgia (1-2) no favorecen a priori el contexto para su estreno como internacional. En un principio, solo una goleada a Kosovo podría propiciar que Luis Enrique le concediera unos minutos y con ello cerrar la posibilidad de que Inglaterra siguiera insistiendo en contar con sus servicios, aunque él no tiene dudas. “Después de mis primeros partidos con el Brighton me llamó Molina [director deportivo de la federación española] y me dijo que lo estaba haciendo muy bien, que siguiera así porque podría haber algo en el futuro. Una semana antes de la convocatoria me volvió a llamar y también Luis Enrique. Los ingleses me llamaron un par de veces, pero yo tenía claro que quería jugar para España”, relata.
Su decisión de abandonar la cantera del Levante con 15 años y emprender la aventura inglesa propició que su crecimiento y desarrollo quedara fuera del radar de las categorías inferiores de la selección y de los clubes españoles. Tanto que Luis Enrique tuvo que solicitar informes sobre su pasado. “Un ojeador del Brighton escuchó hablar de mí y me estuvo siguiendo. Me hizo la oferta y fui dos semanas allí para conocer el club y las instalaciones. Con el Chelsea también hubo algo, pero me convenció más el Brighton. Los dos primeros años fueron duros, mi familia hizo grandes esfuerzos y venían a verme cuando podían. Me apoyé mucho en un español, Luis García, que fue como un hermano, pero luego se fue al Sevilla y ahora está en América. No todos llegamos, pero yo digo siempre que el fútbol es cabeza abajo en los entrenamientos, actitud y un poco de suerte”.
A Bob, como le llaman en Inglaterra, no le gusta detenerse mucho en el pasado. Dice recordar vagamente que bajara en pijama de la residencia del Levante a los campos de entrenamiento para pedirle a Juan Luis Mora, preparador de porteros de la academia granota, que le dejara entrenar (“siempre he querido ser una esponja en el aprendizaje”, dice) o que fuera conocido como el terror de los tetrabrik porque consumía litros de leche como si fueran agua. “Si lo dicen será así, pero yo vivo el día a día, el pasado es pasado y el futuro hay que trabajárselo”.
Antes de integrarse en el primer equipo del Brighton, Robert Sánchez estuvo cedido en el Green Forest de la Ligue Two (4ª División) y en el Rochdale (3ª). “Son ligas complicadas, pero que son las que me han construido como portero. Hay mucho contacto físico y necesitas estar preparado. Al principio me costó un poco el juego aéreo, pero por mi estatura [1,97 metros] he sido siempre activo y agresivo en las salidas”. Para el exigente juego de pies que Luis Enrique demanda a los porteros asegura estar capacitado: “Los porteros ya trabajamos desde hace tiempo el juego de pies, no creo que sea un problema porque además soy ambidiestro”.
En esa construcción del portero en el que se ha convertido ha sido decisiva la contribución de Ben Roberts, uno de los preparadores de guardametas más prestigiosos del fútbol inglés. En el currículo de Roberts figura el haber pulido al internacional Nick Pope (Burnley), de altura (1,98 metros) y características similares. “Ben Roberts ha hecho todo lo posible para que sea el portero que soy. Me ha dado amor duro, del que necesitamos a veces. Si no es por él no estaría aquí. Me ha ayudado a crecer como persona y madurar, él me ha construido. Me ha dado más caña que a otros para que me dé cuenta de que es mejor no hacer una cosa mal, aunque sea pequeña, que hacerla. Me ha enseñado incluso a cómo comunicarme con los compañeros dependiendo de si estamos en el inicio o en el final de un partido”. Bajo la supervisión de Ben Roberts, el día a día ha sido intensivo. “He hecho trabajo extra después de cada entrenamiento y los días libres, si podía ir, también iba para hacerle preguntas sobre técnica, movimientos a mejorar”, abunda sobre el preparador al que considera “un segundo padre”.
De su vida en Brighton dice que solo rompe con las rutinas de entrenar y jugar cuando practica una de sus pasiones. “Me gusta la bici de montaña y salgo con un par de amigos. También paseo por la playa con mi chica, pero no me baño porque el agua está helada”, cuenta. Y sobre cómo sobrellevar los focos, lo tiene claro: “Por la posición en la que juego necesito estar equilibrado, no me gustan ni los subidones ni los bajones. Prefiero quedarme en el medio”.
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